Los cuatro apegos

 El apego, un hecho que esta ligado estrechamente a la cosmovisión dualista de la "realidad". 

    En la cosmovisión zen  el mundo tal como lo percibimos, esta enturbiado por una capa de creencias, de identidad y apego que nos hacen ver las cosas desde una mente dualista y categórica. Hasta que no somos capaces de cambiar el asiento de la conciencia al núcleo libre de la mente dualista y dejar que el silencio y la presencia tomen el asiento de la consciencia, estaremos sin remedio movidos por esta suerte de juego de las pasiones y identidades que sin solución nos llevara un sufrimiento constante.

    Los cinco agregados de la conciencia engañosa  exterior y aparente, son la forma, la percepción de los sentidos, la sensación dualista, el pensamiento dualista y la conciencia formada por esta visión. Esta forma dual de ver la realidad crean un habito-energía que se perpetua en el tiempo desde tiempos inmemorables. Una forma superficial y engañosa de ver la vida. Una vez que captamos, nos damos cuenta de la profundidad de este patrón perpetuador del sufrimiento, podemos sacar del el asiento de la consciencia la dualidad para morar en la claridad y el corazón  ecuánime: Samadhi.

    El camino zen -la vía- nos enseña -desde la práctica- a encontrar el asiento de la libertad de la mente, que nos permite identificar el origen del sufrimiento: La dualidad y las diferentes formas de apego.

    El  primer apego, y en esencia el fundamento de todo apego, producigo por la forma engañosa de prrcibir la vida, es estar identificado-apegado a un sentimiento de pertenencia, de identidad, de un yo personal solido y permanente, el cual se procura sostener a toda costa en el tiempo, y se proyecta en la existencia. Este apego nos lleva a tomar los sucesos en nuestras relaciones como algo personal, en donde nos identificamos con un sentimiento placer-apego o aversión.

    El segundo apego es estar identificado-apegado a un sentimiento de no pertenencia, de no-yo. Un nihilismo que lleva al polo extremo del estar apegados a la vida; al rechazo, a la aversión, y a la separación de la vida.

    El tercer apego es estar identificado con un sentimiento de apego o aversión  a un recuerdo, a un episodio, a un sentimiento, a una emoción del pasado, en su mayor parte de una forma inconsciente.

    El cuarto apego es estar identificado con un sentimiento de apego o aversión, a una creencia, deseo, imagen que se proyecta en el futuro.

    Tanto el apego al pasado como al futuro  no tienen una realidad presencial -y todo apego- solo se dan en la imaginación, en el cuerpo emocional y mental como una huella en el aire que produce la disociación de la energía y el poder personal, del aquí y del ahora.

    Los cuatro apegos están fundamentados en el miedo y las pasiones, provocado por la mente dualista que no acepta las cosas en su naturaleza impermanente, sin sustancia fija, creando la lucha constante contra el cambio. Cambiar de eje, el que nos lleva desde el miedo al amor, a amar las cosas como se dan, mas allá de la dualidad, de los personal, es amar lo que es tal cuál sin  querer cambiarlas, es el camino de desapego.

    Cuando el asiento de la consciencia es ocupado por el Noble Camino, el Conocimiento Transcendental se manifiesta para mostrarnos que no hay nada de que liberarse, que el mismo pensamiento-sentimiento de querer liberarse es una ilusión. Que no estamos separados, y que un hilo invisible al ojo, lo une todo.

    En el  zen  de esta escuela, el propósito de liberarse y querer liberar a todos los seres de vivir en la ilusión y sufrimiento, se materializa en la realización de los cuatro votos del Bodhisatva y la determinación de tomar la Vía de Budha. En una ceremonia donde tomamos las tres joyas  como parte de uno mismo: Budha, Dharma y Shanga, no desde la jerarquía  militar ni clichés religiosos. Desde una visión universal y libre a viajas ataduras a la religiones.  Desde este momento tomamos el camino del Budha como nuestro sendero. Un sendero que se transforma en el camino de los Budhas, en el camino espiritual, en la vía universal, no para uno, sino para todos los seres sensibles.

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