La institución religiosa y el maestro

 El maestro espiritual ha sido idolatrado y sacado de contexto, principalmente porque vivimos en una sociedad infantilizada donde se deja las diferentes responsabilidades fundamentales en manos de los “validos” o validados por la institución/es.

Es la relación de idolatraría y pleitesía la que termina convirtiendo a las personas en seres sin dirección propia y dependientes. Estas relaciones se institucionalizan y son dominadas por una jerarquía, que ha terminado corrompida por intereses propios y otros instituto-nacionalizados

Algunos de los pretextos mas esgrimidos son el no herrar. El maestro es el garante de no equivocarse. Así, con tal pretexto se elimina la base del aprendizaje, prueba error y el derecho a equivocarnos, siempre que este no se convierta en una pasión.

Esto no quiere decir que no necesitemos maestros para el aprendizaje espiritual, sino que el camino espiritual no pierda el contexto adecuado y correcto del maestro: Es uno mismo, a partir de su propio caminar que va integrando el conocimiento y realizándose en la virtud. En este sentido el maestro es un acompañante que no se adueña de ningún roll como propio y que tal como lo juega es capaz de soltar.

Maestro es aquel que enseña y se inscribe en una relación de confianza con los alumnos desde un ángulo de equiparación, igualdad y dialéctica, reconociendo las singularidades suyas y de los otros.

Deberíamos preguntarnos por que las grandes y no tan grandes religiones están cortadas por el mismo patrón: Un intervencionismo institucional que delimita y determina que si y que no es correcto. Finalmente dejando en manos del la institución, el maestro, el gurú este “poder”

Como dijo Jiddu Krishnamurti: "No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma".

Es a través de uno mismo donde se puede llegar a la realización y entendimiento de la Via Zen, a través de una práctica y camino responsable, respetuoso, honesta, humilde, perseverante, de atención, de presencia y de benevolencia. En este sentido la institución como religión no es necesaria y “el maestro” es omnipresente en cada ser que encontramos al caminar' y la propia Shanga -cominidad- se convierte en un  espacio donde encontrar y practicar el Dharma.

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